jueves, 26 de junio de 2014

HIPOVÍNCULO de Vika Fleitas Campamar


2.

Llegó con un aspecto sumamente desprolijo. Supe que no me había entendido cuando le pregunté qué quería tomar, porque miró a su alrededor y contestó que sí, que el día estaba hermoso. Frío pero hermoso, dijo. En la mesa de al lado, una chica leía a Vargas Llosa. Pedí dos cafés y una medialuna de jamón y queso. Muchas cosas habrán cambiado, pensé, pero no su gusto por las medialunas de jamón y queso.
Cuando por fin se concentró en mi conversación, vi en sus ojos el mismo vacío que la última vez. No me reconoció, por supuesto que no. Lo sé porque le conté que había tenido un hijo, su nieto, que lo habíamos llamado Francisco y que se parecía mucho a él. Apenas sonreía, y de a ratos, repetía que era un día hermoso. Al llegar la medialuna la miró con un deseo casi infantil y comió las dos mitades como un rayo. Quizás, hacía días que no comía. Le tendí una servilleta para que se limpiara las migas, pero no lo hizo; sólo me miró, miró el papel, me volvió a mirar y lo guardó en el bolsillo de su pantalón.

El vacío era el mismo. Sus ojos, sus manos, sus orejas eran las mismas, pero aquél señor desprolijo e impuntual ya no era mi padre. 




miércoles, 10 de julio de 2013

Y quizás sea buena idea vomitar ahora todos los vaivenes internos. Siento en la boca del estómago una marea de sensaciones intermitentes -y  me las tengo que bancar-, como una buena persona, en sus plenos cabales.
Lo cierto es que me importan un carajo los cabales; quiero gritar, quiero salir corriendo, quiero desaparecer. Sé que soy presa de mí misma, de las pastillas que me habían estabilizado hasta que el médico, muy acertadamente -o no- me dijo:
-        - Probemos de bajar la dosis. De 100 a 75 durante seis días, después 3 meses de 50. Y volvé a consultar.
Los médicos prueban, ese es su trabajo. Vamos probando en ese cuerpo ajeno, que no es el suyo. Mientras ellos toman whiskey y se cogen a las enfermeras en los coffee breaks, yo lucho con la ansiedad. Qué bonito. Qué considerada la medicina occidental.
No me queda otra que someterme al mandato, ir bajando la dosis a ver cuánto me acerco o me alejo de los cordones de Kane. Y al mismo tiempo, pienso, ya nadie puede escribir sobre la psicosis del depresivo, porque ella ya lo hizo. Y al parecer lo hizo muy bien. Y al parecer festejamos que se haya matado porque era lo que le tenía que pasar. Un depresivo terminal debe matarse, es su destino.
También debe luchar contra su enfermedad, pero sólo para dar un atisbo de valentía. “Qué bien, cómo luchó hasta el final”. Un final predecible, anunciado, aburrido y tremendamente triste. No hay nada más triste que una persona en la soledad de la muerte. Porque el suicida vive solo. La soledad es su reino. Son pequeñas soledades que van a trabajar, hasta que dejan de hacerlo, que se vinculan con los demás de forma patética –por lo general traicionan, no acuden a las citas, deben plata, etc.- hasta que dejan de vincularse. Porque no pueden. Porque deben reinar en  el paisaje de la soledad. Y la soledad no permite compañía. De eso se trata.
Y mientras espero a saber qué pasará con mis mareas emocionales, pienso. Pienso si las cosas habrían sido diferentes, pienso cuál fue el momento exacto que determinó que mi vida fluctuaría entre el bienestar y el patetismo. Realmente me lo pregunto. ¿Radica en la soledad de la infancia? ¿En los deseos truncos? ¿En la auto exigencia? Mierda, todo esto ya lo leí. No quiero ser una fotocopia borrosa de Sarah Kane. ¿Qué habrá tenido ella para determinar un antes y un después? ¿Alcanza con su genialidad? Te odio un poco. Me basta, para odiarte, que me hagas sentir tan mediocre, tan predecible, tan plagicómica. Nada puedo decir acerca de la depresión que no lo hayas dicho vos, de manera maníaca y perfecta.

Por eso, si un día te encuentro en el reino de la soledad y el desconsuelo, te voy a decir: te odio. Por hacerme sentir tan berreta. 

lunes, 16 de julio de 2012

De los estados de vacío/nace la duda/de la duda la ansiedad/de la ansiedad las espinas/ansiedad espinada/Spinoza/ de las espinas la espinaca y sus hojas de color/de algún color/del color la luz/de la luz la casualidad/de la casualidad/la fe en alguna rendición

Poe, Mario. Buenos Aires, 1910-...

Al lado de tu casa hay un bosque de caprichos
Cuando llegue el fin del mundo
cuando se derritan los polos
cuando madure el fruto de la estación Retiro.
De hambre nadie debería morir
al menos no en domingo
Demasiadas cosas mueren los domingos.

sábado, 28 de abril de 2012

En definitiva, ser cucaracha no tiene nada de malo. ¿Qué hay con ser marrón? ¿Cuál es el problema en hacer crunch contra el piso? Como cualquier otro bicho, se aferra a la vida mientras la vive, o viceversa. Depende del origen de su linaje.

viernes, 16 de diciembre de 2011

161211


Latente transcurría la noche esperando la llegada del profeta.
Fuera de sí, las flores negaban la existencia de un ser supremo. Sólo la savia regaba con su aroma las cumbres montañosas, las sombras de los valles.
No vendrá, no vendrá.

Mientras un silencio de noche se asomaba en la planicie, las voces continuaban sus plegarias. No son más que pequeños seres imberbes, pequeñas vidas ajetreadas por la fe y la sed.
No es tanto el dolor sino las ganas de sobrevivir. No vendrá, pero seguiremos esperando.

La noche era ya un hecho en aquel desolado espacio. Piedras y tierra amarga llenaban el suelo de flores secas. Ya no eran los insectos sino los sueños. Ya no era la masa líquida del aire sino su cielo.

Recordar es hacerse a un lado. Retomar es sólo ver más allá de lo intrépido, de lo inefable, lo inestable.

En el momento del temblor, todos estaban agazapados bajo mantas sudorosas y frías. Se tomaron de las manos en silencio. No habrá más vida después de la nuestra si no seguimos a la espera del milagro.
El temblor sacudió las algas del mar y las copas de los árboles. Nada se oyó más que el silencio, el miedo.

Bajar hasta la orilla habría sido más fácil si hubieran tenido un calzado acorde. Las espinas impostergables de las rosas habían regado el suelo por completo. Ya no era la sangre, no eran los pétalos. Sólo un dejo escarlata entre los gusanos y la miel.
Difícil atravesar el páramo, lejos el sueño y lejos la mañana.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Dedicado a Medusa, my favourite beheaded

Aún después de dejar de respirar, la cabeza que rodó calle abajo vio su cuerpo alejarse -calle arriba-, y en ese preciso instante, supo que no lo volvería a ver nunca más.

martes, 30 de agosto de 2011

Me olvido me acuerdo no entiendo

Me olvido me acuerdo no entiendo Me olvido me acuerdo no entiendo Me olvido me acuerdo no entiendo Me olvido me acuerdo no entiendo Me olvido me acuerdo no entiendo Me olvido me acuerdo no entiendo Me olvido me acuerdo no entiendo Me olvido me acuerdo no entiendo Me olvido me acuerdo no entiendo... y así sucesivamente.

Ponerse a escribir sobre la muerte, a estas alturas, es absurdo. Sí, sí, es natural, es la vida misma, todo lo que quieran. Preguntarse qué hay después -asumiendo que hay algo más allá, ¿de dónde? ¿de qué?- no rinde. Hay metáforas a modo de respuesta en todas las religiones, en todas partes del mundo. Hay vidas después de ésta, no hay nada, hay un cielo, hay un señor con muchas llaves, hay un niño naciendo con la ¿esencia? de otro ser, hay vacío, hay luz, hay.
Pero yo sigo sin entender una mierda. Sensación de angustia constante, de leves y fugaces amnesias, me olvido me acuerdo no entiendo, y me vuelvo a olvidar. Pero no me olvido, más bien me distraigo, más bien no puedo parar de hacer cosas porque si no la cabeza no me para. Pero ojo, no me dice nada... Simplemente intenta desanudar la madeja de sensaciones, va, viene, repasa, se ríe, viaja 10, 12, 15 años atrás. Llora, se ríe, se olvida, se acuerda y no entiende. La cabeza es todo.
La muerte de un ser querido deja una grieta en el aire.