martes, 30 de agosto de 2011

Me olvido me acuerdo no entiendo

Me olvido me acuerdo no entiendo Me olvido me acuerdo no entiendo Me olvido me acuerdo no entiendo Me olvido me acuerdo no entiendo Me olvido me acuerdo no entiendo Me olvido me acuerdo no entiendo Me olvido me acuerdo no entiendo Me olvido me acuerdo no entiendo Me olvido me acuerdo no entiendo... y así sucesivamente.

Ponerse a escribir sobre la muerte, a estas alturas, es absurdo. Sí, sí, es natural, es la vida misma, todo lo que quieran. Preguntarse qué hay después -asumiendo que hay algo más allá, ¿de dónde? ¿de qué?- no rinde. Hay metáforas a modo de respuesta en todas las religiones, en todas partes del mundo. Hay vidas después de ésta, no hay nada, hay un cielo, hay un señor con muchas llaves, hay un niño naciendo con la ¿esencia? de otro ser, hay vacío, hay luz, hay.
Pero yo sigo sin entender una mierda. Sensación de angustia constante, de leves y fugaces amnesias, me olvido me acuerdo no entiendo, y me vuelvo a olvidar. Pero no me olvido, más bien me distraigo, más bien no puedo parar de hacer cosas porque si no la cabeza no me para. Pero ojo, no me dice nada... Simplemente intenta desanudar la madeja de sensaciones, va, viene, repasa, se ríe, viaja 10, 12, 15 años atrás. Llora, se ríe, se olvida, se acuerda y no entiende. La cabeza es todo.
La muerte de un ser querido deja una grieta en el aire.



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