Pero ése no es el único atisbo de discriminación.
¿Quién no se saltea la tapa para agarrar la segunda rodaja? ¿Quién no deja la última, sinónima de aquella primera, olvidada en el fondo de la bolsa, hasta que se junta con su par, obviado desde un principio? ¿Es menos rica la rodaja primera? ¿Y la última?
Quince rodajas iguales, dos diferentes.
Claro, las minorías siempre se llevan la peor parte.
jajaja, es cierto que por algún motivo quieren vendernos blancura como sinónimo de sabor, pero discrepo con lo de las tapas... si bien estuve años dejándolas de lado sin saber por qué, un día me dijeron: son diferentes porque sirven para que no se seque el resto de las rodajas. Desde ese día, no las dejo de lado por discriminación, sino por el contrario, como salvación de toda la bolsa.
ResponderEliminarjajaja! lo cierto es que son la prueba de que realmente es pan de molde...
ResponderEliminarCoincido con Dora, a mi también me dijeron lo mismo y siempre las dejo para el final. Ahora, nunca hice la prueba de comprar dos panes de molde, y comer la primer rodaja en uno y en el otro no para saber si esa sabiduría popular o mito urbano es cierta.
ResponderEliminarla blandura y blancura del pan de molde responde al simple hecho de que ese producto casi no es pan (andá a saber qué es). yo propongo que nos pongamos a comprar las flautas en la panadería, loco!
ResponderEliminara la flauta!
ResponderEliminarjajaja
ResponderEliminarEstoy en condiciones de afirmar que del pan de sandwich que compro yo, la primera y la última rodaja son sin duda las mejores del paquete.
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