jueves, 17 de febrero de 2011

Oniris suculentus II

Suelo soñar mucho. Muchísimo. Hay gente que dice que hace pila que no le pasa (será que no se acuerda), otros aseguran que antes se acordaban pero un buen día les llegó la menopausia onírica.
Yo armo historias -realmente- muy reales. Casi no distingo la diferencia. Veo perfectamente las facciones, arrugas y gestos de gente que no conozco. Me sueño en lugares con lujo de detalles, escenografías tan verosímiles que casi quiero traérmelas a la vida real (¿pero acaso no es real todo aquello?).
Todavía me acuerdo cuando aprendí que no era posible traerme cosas de los sueños. Tendría 3 o 4 años. En un sueño había encontrado una cueva con miles de cajas de chicles (de ahí viene seguramente mi único vicio). De los brasileros -Ploki, Plop, Pluki, quién sabe- probablemente de los que había visto una vez en el Chuy, extra dulces, duros a la quinta masticada.
Me aseguré de agarrar al menos una caja, cómo desaprovechar todo aquél stock gratuito.
Cuando me desperté, la caja no estaba. "¿Pero cómo? ¿Si yo la agarré? ¿Dónde está?"
Ni los sueños eran reales, ni los chicles gratis. Cuánta desilusión para una niña de 3 o 4 años.

2 comentarios:

  1. qué lindo vika, yo también soy una persona de sueños prolíferos... y eso de que no es real, es muy relativo y cuestionable como decís

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  2. "Creo que siempre que “soñamos” estamos vivenciando realidades tan vividas como estas nuestras."


    http://somostodosum.ig.com.br/stumes/articulos.asp?id=10252

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