martes, 22 de junio de 2010

Freak town

Me pareció escuchar unos pasos. Paré las orejas con habitual agudeza, comenzaron a acercarse. Pegué unos saltitos y me escondí atrás de un arbusto sin espinas.
Afiné aún más el oído y sentí el chirrido de una reja al abrirse, cada vez más cerca. Se cerró de golpe.
No había sentido los músculos entumecidos desde el día en que se llevaron al último. En el pueblo no habían dejado a nadie.
Yo, que me había escondido en el ático de uno de los enanos -pobre, el más feíto- me había salvado. No imaginaron que un ser tan pequeño podría defenderse tan bien.
Me asomé un poco más para ver quién o qué era; no vi más que un manto de pelos entrando a la casa rodante. Qué estará buscando, me pregunté.
- A vos, me dijo de lejos.
- ¿Quién sos? ¿De dónde sos?
- No tengas miedo, hombre, sólo vine por un poco de comida.
- No creo que tengas suerte, se lo llevaron todo.
- ¿Y de qué viviste vos todo este tiempo?
- Sé arreglármelas solo.
Volví a escuchar el chirrido de la reja. Los pasos se alejaron. Arranqué una hoja del arbusto, junté un poco de saliva y me la metí en la boca.
Albahaca, pensé, y casi logro recordar su sabor, en el silencio de la tarde.

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