Plácido Domingo

Cuando uno se convence de que es domingo, no hay vuelta. El aire es de domingo, la tranquilidad es de domingo, la luz y el frío son de domingo, las sensaciones son de domingo. No es domingo, te lo avisan.

Pero las mudanzas son domingo.

Una mujer me dice que está menstruando. Su estado también es de domingo.
Pienso por qué las mujeres nos deprimimos cuando menstruamos, lo hablamos y llegamos a la conclusión de que es por el duelo de no haber fecundado vida. 

Es el duelo al desprenderse de las paredes uterinas que iban a alojar esa vida. Eso es la sangre, eso es lo que duele, el útero y no los ovarios. 

"Duele la vida que no fue" diría si fuese cursi. Sí, lo dije. Me retracto.

"Me acuerdo de una vez en Calcuta" -perdón por el esnobismo que desprende esa frase, lo sé-, estaba en una galería de arte con un amigo turco que iba a exponer ahí. Hablando con el hijo del galerista, que tocaba una flauta traversa de madera y muy bien, empezamos a hablar sobre el arte femenino, hecho por mujeres. Me nombró a una artista india que pintaba con su menstruación y me trajo uno de los cuadros que tras exponer en la galería, él le había comprado. Era la primera vez que veía algo así. Nada, tampoco es un big deal, pero era una imagen monocromática con muchísima fuerza, con cierta tendencia a la rabia.
Me acordé entonces de la diosa hindú Kali -una diosa negra, a veces azul oscuro, que tiene la lengua para afuera y un collar de cráneos, con varios brazos y muy sangrienta- y me cerró perfectamente que fuera la representación del estado menstrual de la mujer. De hecho, Kali es una de las formas que toma Parvati, la deidad consorte de Shiva.
Me regaló un folleto de la exhibición y me dejó pensando.