viernes, 18 de junio de 2010

Confesiones de una chica perturbada

05.02.09

Las cáscaras vacías de los mimos que te di
El molde de tu cuerpo incrustado en el colchón
Las cotorras verdeando sus sueños de la noche anterior
Los latidos de la cara B de tu corazón
La lluvia en el estudio de radio que te gusta escuchar
De mañana
Con mate sólo después de lavarte los dientes
Te pregunto sobre los hormigueros
Que poco te importan
Tenés cosas más importantes que pensar
La proporción veinte a uno de los besos
Algunas lágrimas de duda
Que humedecen el colchón
En el que se incrustó tu cuerpo
Que ya se aleja
Con las cáscaras vacías de los mimos que te di
Agarradas a tu espalda
Como garrapatas.


Contexto

Nadie podría decirme que no aprovecho al máximo la capacidad del ser humano de cuestionarse. Prácticamente vivo la vida haciendo cosas de las cuales tengo que dudar, todo el tiempo. Como si la duda fuera una fuente inagotable de adrenalina. Como si quisiera probarme todo el tiempo. ¿Qué es la adrenalina sino el jugo que se le saca a la vida? Es una manera de sentirse vivo, de sentir que lo que tengo vale la pena porque algo arriesgué.
Parece que tengo un sentido hipersensibilizado para captar a la gente complicada, acercarme a ella y sobrevivirla. Pero no sólo las detecto, sino que ellas mismas me lo confirman, y aún así, me quiero quedar cerca. Como la gente que se acerca hasta el límite de las rocas mojadas para ver BIEN-DE-CERCA las olas rompiendo a varios metros de altura. En cualquier momento podría crecer la marea, una ola podría traicionar el límite y engullirlos a todos. Pero si eso no pasa, habrán sentido la inmensa emoción de estar bien cerca de una ola que salta a varios metros de altura contra y por sobre las rocas, como un skater para la foto al final de la rampa.
¿Vale la pena tanta sensación de vida, sabiendo que después la voy a pasar mal? Es una pregunta recurrente en mi vida. Es llevar al extremo eso de “el que no arriesga no gana”.
En fin, en todo caso/caos aprendí a convivir con eso, ¿para qué seguir luchando contra el instinto?
Esta actitud de vida al fin y al cabo es bastante egoísta e individualista. Porque yo me arriesgo aunque me digan que no lo haga, aunque me engulla la ola y tengan que llorar por mí… aún así, prefiero arriesgarme. Porque soy consciente de que mi vida es mía, y es una (s)ola. Sí, suena bastante egoísta, ya avisé. Creo que es por eso que me acerco a gente así -parejísticamente hablando-, egoísta, individualista. La diferencia es que cuando estoy con alguien pretendo disfrutar, y lo que tenga en mí de egoísta o de individualista, no tiene por qué inmiscuirse en ese disfrute. Porque me gusta, o al menos me gustaba, estar en pareja, compartir; pero ahora dudo cada vez de la capacidad de la gente para compartir, ser humilde, dejarse llevar y confiar en el otro. Porque de última eso es “amar”(cursilería mediante): confianza y humildad. El tema es que cuando me acerco a alguien egoísta e individualista, me doy cuenta de lo mucho que les cuesta confiar y ser humildes: confiar en que no les voy a arrebatar la libertad, no sólo porque yo tengo la mía sino porque simplemente no me interesa. Confiar en que mi objetivo en la vida no es cagar a nadie ni traicionar a nadie. Humildad para dejar de lado el ego y disfrutar de a dos siendo uno, sin perder sin embargo el individualismo, no como algo negativo sino como la posición vital que permite tener un equilibrio personal.
El equilibrio de cada uno es fundamental para estar en pareja. El problema es que siempre me acerco a gente que es inestable –puede que yo lo sea superficialmente, pero ya no emocionalmente- y a esta altura eso me tiene bastante podrida.
En algún momento llegué a creer que en esta vida que me tocó tenía una especie de responsabilidad de equilibrar a la gente con la que me cruzaba. Ahora entiendo que eso es TREMENDO bolazo. Primero porque no soy quién, y segundo porque cada uno tiene el derecho a ser tan desequilibrado como le plazca. Está en nosotros –el resto- elegir cuán cerca o cuán lejos queremos estar (de ese cada uno).
A ver cómo lo explico… NECESITO ESTAR CON ALGUIEN SIN VUELTAS, QUE PIENSE COMO YO QUE HAY QUE VALORAR LA VIDA TODOS LOS DÍAS, QUE LE GUSTE HACER PLANES PARA EL FUTURO CERCANO, QUE LE GUSTE JUGAR CON EL TIEMPO, QUE LE GUSTE ARRIESGARSE COMO FORMA DE SENTIRSE VIVO, QUE TENGA GANAS DE COMPARTIR (y sobre todo conmigo, obvio), QUE SEA OPTIMISTA Y QUE SEA CONSCIENTE DE QUE TODO ES POSIBLE EN LA VIDA, MIENTRAS ESTÁS VIVO.
¿Es TAN imposible? Esa es la única persona (más un par de otras cosas) con la que me gustaría compartir(me). Si no es eso, creo de verdad que prefiero estar sola y evitar los problemas. Porque si estoy con alguien que no es así, es obvio que van a haber problemas poco-menos-que todos los días.
No me importa tener que esperar además, porque soy paciente y porque no tengo la necesidad de estar siempre con alguien. Por suerte –y creo que es muy importante, esencial diría incluso- aprendí a disfrutar del estar sola, de lo importante que es no conformarse y de saber cuál es realmente el momento de poner en práctica lo que uno quiere. Sólo estando solo uno aprende a decodificarse.
También me pasa que en el ínterin, conozco gente que si bien no encaja con mis expectativas, es fuente de aprendizaje (¿qué no lo es?) y por eso de arriesgarme, me acerco a ver de qué se trata. Es ahí cuando me doy cuenta que tengo un imán para la gente complicada, quizás porque la que no lo es no me interesa demasiado, no me salta a la vista como quien dice. El tema es que la gente no es un capítulo de un libro de bioquímica –complicado, interesante-; con la gente hay feedback, y uno no puede cerrarlos simplemente. El libro no se queja, no se pone de malhumor a causa de su complicación. Tampoco es que me interese la gente desde un punto de vista casi científico, no… pero creo que todo vínculo con alguien es fuente de aprendizaje (con alguien o con algo, da igual). El tema es cuando el capítulo es “El sistema defensivo del alacrán” y resulta que el bicho de la foto toma vida y te pica. ¿De qué me voy a quejar? Si la letra chica ya avisaba que era un libro tipo Jumanji… si te arriesgás podés ganar pero también perder. Y ese es precisamente el argumento principal de la gente que no se arriesga. Eso del vaso medio vacío o medio lleno… Yo, obviamente, medio lleno.
Realmente no entiendo la gente que se estresa, que se malhumorea, que trata mal a los demás, no entiendo cómo se pueden dar el lujo de perder el tiempo en esta vida con cosas negativas… todo puede ser siempre más simple. Porque no sólo le hacen mal a los demás, sino que a ellos también. Lo grave es que les sale tan natural que no lo pueden evitar. Y así viven la vida, desperdiciando la posibilidad de que cada día sea un festejo por estar vivos y por ende de transmitir esa vida a los demás.  
¿Cómo hago yo para estar con alguien que no piensa así? Ese “los demás” cuando estoy con alguien así, soy yo. Soy yo quien se fuma ese no-festejo diario. Y lo peor es que es por voluntad propia. ¿Qué me mueve entonces? ¿Aquél deseo de vitalizar y llenar de optimismo al otro? ¡Pero si el otro no quiere! ¿Por qué insistir?
Acá llegamos al capítulo del ORGULLO. Ante todo, creo que se trata de una actitud de orgullo absoluto. El mismo orgullo que históricamente quiso evangelizar a los indígenas, el que quiso limpiar los genes del ser humano hasta llegar a una raza de rubios fornidos. Suena exagerado, no me considero ni jesuita ni nazi, ni es mi intención compararnos. Pero la idea es transmitir de qué manera el orgullo nos lleva a creer que somos de alguna manera favorablemente superiores y que deberíamos “compartir” esa superioridad. 
Ni soy superior ni tengo que evangelizar a nadie. Al mismo tiempo tengo muy claro que cada cual tiene derecho a ser como se le da la gana –siempre y cuando se respete la libertad del otro-, yo soy así y lo disfruto. En todo caso el orgullo debe recaer sobre mí, porque yo sólo sé lo que me costó llegar a sentir y a ser lo que soy. (Evidentemente, todo esto lo digo con mucha humildad, y hablo así porque sé que incluso mis palabras recaen sólo sobre mí.)
Así que volviendo al tema del orgullo, no puede una relación basarse en eso, sobre todo porque se parece mucho al poder. Y así es donde vuelvo al tema –como un trompo- de la humildad, como contrapuesta al poder. Si estoy con alguien es porque realmente no me interesa ser más en ningún sentido. Ante esa persona me entrego totalmente, porque confío en que tampoco va a manejarse con armas de poder. Ahora, si yo estoy con alguien que se maneja así, siempre defendiéndose, como temiendo que le haga vaya-a- saber uno qué daño, no hay más que semillas de cosa negativa que se van sembrando y que en algún momento van a brotar.
Otra cosa que no puedo soportar, ni en los demás y mucho menos en mí, es la mediocridad, que nace del conformismo. Cuando estoy con alguien que no llena mis expectativas es lógico que eso sea lo que siento. Siento que me estoy conformando con un patético “es lo que hay”, como si no mereciera algo mejor, es decir, lo que yo quiero. Es una actitud CAPRICHOSA sí, seguro. Si no puedo tener lo que quiero prefiero la nada. Prefiero estar sola, manejarme con mis códigos, no esperar más que lo que sé que puedo alcanzar. Disfrutar de la vida sin negativismos a mi alrededor. Y si están, saber que están a mi pesar, no porque yo los haya elegido. 

1 comentario:

  1. La adrenalina es adictiva y nos hace egoistas.
    Y.. en el fondo sos una romántica. Que ahora se resiste.;)
    Es que nos criaron para un mundo ideal pero no existe..y sufrimos.

    Clap clap por abrirse a otro mundo.
    Biz!

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